martes, 9 de agosto de 2011

Vivir para vivir


Dicen que en la vejez llega la sabiduría. También dicen que solo en la juventud es auténtica el ansia de vivir. Podrían ser dos afirmaciones paradójicas, porque para vivir de verdad se necesita la sabiduría de saber hacerlo, si no fuera porque hay personas que, siendo jóvenes, parecen tener la sabiduría de un viejo. De un viejo que tiene sabiduría, claro.

Solo un joven o un viejo sabio se ocupan de disfrutar el momento que están viviendo, sin preocuparse en el mañana, o en el ayer. Son los que siempre sonríen con la mirada.

La mayoría de adultos, no digo ya ancianos, vivimos presos de nuestras experiencias pasadas y temiendo las futuras. Sí, temiendo.Temiendo que las cosas se tuerzan, o empeoren, o se pierdan, o se marchen, o nos perdamos, o tengamos que marcharnos. Tememos al futuro, porque recordamos lo que perdimos en el pasado y no cuándo lo ganamos. Y, entre ese recuerdo negativo y ese temor, seguimos perdiendo el instante que vivimos.

Cuando un joven empieza a mirar su pasado con nostalgia, empieza a envejecer. Digo envejecer, no madurar. Piénsenlo. El joven que madura valora su corto pasado como algo que le muestra que vale la pena vivir. Vivir hoy, porque vivir es hoy.

Es lo mismo que hace un viejo cuando es sabio, sin pensar en el tiempo que le queda de vida, sino que todavía está en esta vida.

Me parece horrible la frase: “En mis tiempos…”. Siempre, mientras vivimos, es nuestro tiempo. Tiempo de reír, de llorar, de amar, de sentir. El alma, el interior de uno mismo, no se siente distinta a los cuarenta años que a los veinte, o a los diez, si me apuran. El alma, si le dejan, siempre está dispuesta a sonreír, a subirse a un columpio o a dar un abrazo. Somos nosotros, con nuestra mente, siempre tan ocupada en decirnos lo que nos puede pasar si no andamos con cuidado y con recelo, los que amordazamos al niño o niña feliz que llevamos dentro, y nos comportamos con…preocupación.

Por eso, cuando te llega un joven con alma sabia y te dice que vivas, que sonrías, que aprecies aquello que tienes ahora, algo da un vuelco en tu interior, porque te das cuenta de que lo sabías; sabías eso mismo y no lo has visto hasta que se lo has oído decir a él, que tiene tanta vida por delante para preocuparse y no se preocupa, sino que vive. Y el vuelco es aún más intenso cuando ves la misma actitud en los ojos, de repente alegres, de una persona anciana que recuerdas siempre triste o huraña, y que, por fin, ha visto la verdad. Alguien que es capaz de decirte “te quiero mucho” sonriendo, con la misma naturalidad que te pide la merienda. Como un niño, o una niña.

Cobran sentido, cuando los entiendes, los versos del poeta Serrat que decían: “Solo vale la pena vivir para vivir”. Me gusta esa estrofa en la que añade: “No nos contéis más cuentos, ya somos mayores”. Mayores, no viejos. Crezcamos, no envejezcamos.

Por eso, cuando tienes la fortuna de que un joven te diga mirándote a los ojos que sientas la vida, que no te pierdas en el mañana ni en el pasado, solo tienes dos salidas: o le haces caso, y pruebas, y vives, o piensas que no sabe nada porque es joven, y sigues muriéndote en tu dolor.

3 comentarios:

Marmopi dijo...

Así es la cosa, Lola. Tenemos un empeño en mirar lo que tendremos por delante, que encima y por lo general, se nos antoja poco halagüeño, que lo que tenemos delante, lo de ahora, lo que estamos viviendo, no lo vemos, se nos esfuma. Ni siquiera lo tocamos a veces, no lo paladeamos, no sabemos saborearlo. Y nos hacemos viejos, sí, aún sin serlo. Yo siempre digo pensando que me lo aplicaré sin luego hacerlo, que sólo pensamos en el presente y en el día a día cuando nos enteramos de un fallecido quizás cercano. Pero oye, que no, que ni por esas.

Complicaditos somos con lo fácil que sería vivir lo que tenemos y ahora. No mañana. Ni por supuesto ayer.

Besos, reina mora ;-)

Carol dijo...

Sin palabras Lola...
Todo lo más que puedo comentar ante esta magnifica entrada es que, es bien cierto que cuando mis hijos ( a los que intento educar con unos valores sanos ), me sueltan una de esas frases que yo misma les suelo echar en nuestras charlas, pienso ... menos mal que ellos no olvidan y me recuerdan lo que yo alguna vez dejo caer en el saco del ya pensaré...

Gracias por la entrada

María dijo...

¡Qué gran verdad! Y qué fácil dejarse arrastrar por el pesimismo, el desánimo y el miedo...
Es difícil, pero no imposible:Carpe diem.
Un abrazo,Lou ;-)

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