jueves, 13 de octubre de 2011

Voces en el barrio


(Ilustración de 4ojos.com)



Maru llega a casa acalorada. El frescor del piso vacío le reconforta con su aire familiar, mientras suelta las bolsas de la compra sobre la mesa de la cocina con un sonoro suspiro. De camino al baño, enciende la radio que deja escuchar la emisora de siempre, con las voces de siempre. De vuelta a la cocina se da cuenta de la carencia de música de los dos últimos minutos, y hace ademán de ir a cambiar la emisora, pensando: “¿Qué les pasa a estos, que no ponen música?”. Se detiene a escuchar, sin embargo, con el entrecejo fruncido entre la contrariedad y la curiosidad.

Hablan del disgusto ciudadano, de movilizaciones de protesta, de la falta de empleo de muchos trabajadores…¡Que se lo digan a ella, con su Germán en paro, el hijo también sin trabajo; año y medio viviendo del subsidio y de lo poco que ella consigue fregando escaleras! Vuelve a suspirar, mientras espera casi inconscientemente que esas voces sabias destilen una frase esperanzadora a tanta desazón. Se mueve por la cocina, saca de la nevera los ingredientes de la comida que va a preparar, se harta y cambia las voces de la radio por una música que diluye su malestar. “¡Esto es otra cosa!”, piensa, subiendo el volumen de la radio cuando una sevillana atruena la vivienda. Sonríe mientras monda las patatas y las lava bajo el agua del grifo.

Germán llega a mediodía y comen solos, en la cocina, casi en silencio si no fuera por el monocorde retintín del televisor, que da el parte del noticiario. Maru rara vez se fija en las noticias, ¿qué entiende ella de política, de sindicatos o de las bolsas esas que suben y bajan? Pero hoy sus ojos se quedan fijos en esas imágenes de multitudes agolpadas en la calle, pancartas pidiendo democracia real, trabajo, oportunidad. Atiende a la voz del locutor que repite algo parecido a lo que escuchó en la radio. Maru mira a Germán, que también parece interesado por la novedad.

-¿Sabes qué quiere esa gente?- pregunta Maru a su marido- ¿Porqué protestan?-

Germán traspasa un bocado a un lado de la boca para poder hablar, inflado el pecho de sabia satisfacción ante la ignorancia femenina.

-Mucha gente se está echando a la calle, están hartos de esto del paro, los políticos y todo eso…- explica como una sentencia.

Maru reflexiona y contesta pensativa: - ¡Ah!- calibrando la importancia de que tantos conciudadanos se decidan a rebotarse contra lo establecido.

-Pues, a ver si consiguen algo, porque aquí nadie hace ná- dice crítica.

Es media tarde, y Maru se ha quedado dormida en el sofá. Frente a ella, en la televisión, desfilan unos anuncios publicitarios; se acabó el serial que acostumbra a ver, y no se ha enterado del final de hoy. Se levanta, maldiciendo la inoportuna siesta, y oye vocerío en la calle. Se asoma a la ventana más cercana, y ve congregado un buen número de gente en la plaza de enfrente; sale de inmediato al balcón, y se alegra de que hayan hecho lo propio sus vecinos de al lado.

-¿Qué pasa?- interroga- ¿un accidente o algo?-

Sonríe irónica la vecina y le responde que, que va, que es una reunión vecinal para eso de las protestas ciudadanas, que están reuniendo a la gente, que puede acercarse quien quiera, que dicen que están organizándose…Maru asiente e intenta prestar atención a lo que ahora dice la chica del megáfono, en la calle. Le gusta lo que oye y el entusiasmo colectivo con el que es recibido. ¡A ver si solucionan algo!, ¡a ver si Germán y el chico pueden emplearse, al fin!…

Por la noche, mientras cenan, comenta lo que ha presenciado desde la terraza. Germán sigue mojando sopas de pan en la salsa de tomate de su plato, pero el hijo, ahora presente, parece encantado con el tema. Le da la razón a su madre, apoya a esos grupos de revolucionarios de a pie, parece esperanzado y habla de unirse a ellos.

-Vale, hijo, lo que haga falta; pero si hay jaleos tú te vienes a casa- acuerda Maru.

Pasa el tiempo, y el calor arrecia, como arrecian las manifestaciones, las acampadas, las protestas de unos y otros, las reuniones de vecinos en plena vía pública…Maru contempla otra de éstas en su barrio, desde la seguridad desvinculada del balcón. Participó desde ahí en una “cacerolada” colectiva y engrescadora, hace un par de semanas, pero nada parece moverse en el panorama social, a pesar de eso…Fue hasta divertido, reconoce para sí a regañadientes; todo el mundo picando en los cacharros, asomados a sus ventanas y las terrazas…, el barrio entero era una cacofonía unida y esperanzada, apoyando a los que desfilaban por la calle…; no sabe muy bien en qué había que apoyarles, ni qué demandan exactamente, ni cómo pensaban conseguirlo…,pero ella les apoyaba también…¿Y qué?, nada de nada; siguen mandando los de siempre, y sin haber trabajo, como siempre, y la misma amenaza de que acabe el subsidio del paro, como siempre….Maru echa un último vistazo desganado a los que debaten allá abajo, y entra en casa.

El chico habla y habla, entusiasmado. Viene de la asamblea semanal de vecinos del barrio, y está por las nubes de proyectos y soflamas reivindicativas. El padre no le hace caso, pegado el rostro a la pantalla del televisor para oír el noticiario vespertino, y Maru se atarea poniendo la mesa por no escuchar a su hijo. La cabeza un lío es lo que le van a hacer los protestones esos, piensa ella. Bastante le costó convencerle de que no se plantara a dormir en la calle, con todos esos desarrapados en tiendas de campaña, como vagabundos; hasta tuvo que llorar para que desistiera de irse. ¡Mucho iban a hacer, esos!....La policía dándoles golpes, es lo que consiguen…Y el chico, erre que erre, que si hay que hacer algo, que algo se está moviendo…¡sí, sí, las carreras a la desbandada con los antidisturbios detrás, es lo que se mueve!, que lo ha visto en la “tele”…¡Dichosos subversivos; si tendrán razón los del partido ese que dicen que son gentuza, que quieren revolver al país!...Si no arreglan nada los que pueden en los despachos, ¿qué van a hacer esa gente desde la calle?...Le vuelven al hijo tonto, eso es lo que hacen. Maru se muerde el labio, nerviosa, por no mandar callar de una vez al chico con su perorata idealista.

Se acabaron las acampadas; Maru lo escucha en la radio y resopla de puro alivio. Vuelve la vida normal, la música en vez de noticias y tertulias en todas partes, la paz apoltronada del verano que empieza. Germán sigue en el paro, ella busca trabajos aquí y allá, el chico no encuentra su primer empleo, pero…,¡La Malú ha sacado nuevo disco, y lo dan por la radio a todas horas!. Canturrea sonriente mientras reinicia con nuevos bríos sus tareas.

2 comentarios:

Carmen dijo...

¡Qué buen relato, Atlántida! Has reflejado con total acierto un panorama cotidiano que se debe estar dando en muchos hogares de este país. Y es que la desilusión y el desengaño son terribles. Pero también es cierto que hay gente que no quiere quebraderos de cabeza y que prefiere vivir mansamente sin salirse del rebaño.

¡Me encantó!

Ya hacía tiempo que no me pasaba por tu blog, siempre con prisas y con poco tiempo libre. Pero hoy me voy cargadita de buena lectura. Gracias, amiga.

Un abrazo.

PD.

Que se me olvidaba: Hoy he soñado contigo, que venías a mi casa a pasar unos días... ¿será un sueño premonitorio?

Lola Romero Gil dijo...

¡Me has hecho reír con lo de tu sueño!. No porque sea imposible, sino todo lo contrario. Tengo la teoría de que, cuando sueñas algo muy vívido, es que está por venir lo que sueñas....,o algo parecido. Y, ese sueño tuyo estaría muy bien ;)

Me encanta que hayas vuelto,Mamen.

Publicar un comentario