martes, 6 de marzo de 2012

De Tolstoi a Twain, pasando por mí


De León Tolstoi, me quedaba el recuerdo pre adolescente de unas obras oscuras, duramente realistas, que relataban vidas castigadas en una sociedad y un tiempo miserable, cruel y pesimista. La prosa del autor me hacía venerarle como lo que mis profesores llamaban “un clásico”. Era un escritor, de los de antes, cuando ser escritor era un talento poco reconocido y reconocido para unos pocos.

Luego, una derivó a lecturas más ligeras,  y el barbudo y severo Tolstoi quedó relegado a la sapiencia de los datos literarios, marginado para mí del ocio y la diversión de leer. Esa inconsciencia, me llevó sin embargo a leer al satírico, mucho más alegre y aventurero Mark Twain. La primera de sus novelas que leí, por supuesto, fue “Las aventuras de Tom Sawyer”. Y mi personaje favorito, por supuesto también, fue el de Huckelberry Finn. La secuela de ese libro, con el escurridizo, avispado y mugriento Huck de protagonista, me encantó.
  
Para los americanos, Twain fue un máximo exponente de la literatura americana (vaya usted a saber qué significa eso,  si la literatura no sabe de nacionalidades, sino de ingenio), y para los rusos Tolstoi es un referente de sus genios literarios, y tienen muchos.

Me sorprende por eso, aunque tal vez no debería sorprenderme, los paralelismos de esos dos autores en sus vidas privadas y sus pensamientos e ideas personales.

Resulta que, Tolstoi, era un idealista anarquista, en sus primeros tiempos, y un idealista humanista y espiritual hasta su muerte. Resulta que, el hombre que escribía sobre vidas torturadas, una sociedad elitista, convencional  y despiadada con los menos favorecidos, y sobre miseria y muerte, intentaba poner freno a todo eso, de distintos modos a lo largo de su vida. El Tolstoi que reniega de la frívola sociedad aristocrática de la época zarista, me intriga. Pero el que llega a ser inspiración para el propio Ghandi, me apasiona.

Con sus teorías sobre activismo anarcopacífista, fue un precursor del “naturismo libertario” (¡bien!) y, siendo creyente,  criticó la institución de la Iglesia convencional, hasta el punto de provocar su excomunión. ¡Hurra por el señor Tolstoi y la coherencia con sus principios! Se muestra una persona humanista y humanitaria, que valora los sentimientos así como la forma de vivir de sus coetáneos, y quiere mejorarla incluso a costa de cederles sus propiedades a los más pobres…Cosa que evitó su familia. Aún así, se dice que solo aceptó seguir viviendo con los suyos a condición de comer y vivir humildemente.

Interesantísima me parece la persona, al margen del escritor, al igual que me interesa que, en la otra punta del mundo, su contemporáneo Twain , también acérrimo creyente, defendiese igualmente los derechos humanos, la abolición de la esclavitud,  la emancipación y el sufragio femenino y se atreviese (¡en esa época y ese país!) a decir cosas tan “antiamericanas” como: “Si Cristo estuviera aquí ahora, hay una cosa que no sería : cristiano”. O, todavía más, que se revolviera contra el imperialismo estadounidense, habiendo sido orgullosos imperialista y militar.

El risueño y aventurero Mark Twain era también un idealista preocupado por la bondad y los derechos para con todas las personas, fuese cual fuese su raza. Lo cual, en el contexto de su época, era una proeza en Estados Unidos, país que todavía esclavizaba negros, masacraba y expoliaba tribus oriundas y “exportaba” trabajadores chinos para explotarlos construyendo su red de ferrocarriles. Todo esto denunciaba y criticaba Mark Twain, en sus artículos para diarios, ensayos y largas cartas a políticos e incluso presidentes del gobierno americano. Mecenas de mujeres artistas, protector de hombres afroamericanos a quienes pagó sus estudios, crítico con los pastores religiosos que cobraban por sus servicios, daba su apoyo a los trabajadores más humildes y a la incipiente creación de sindicatos que les defendieran.

Sabiendo todo esto de esos autores, “Guerra y Paz” o “El Principe y el Mendigo” cobran un significado aún mayor. Son más que clásicos, son testimonios de unas buenísimas personas que, además, tenían talento literario.Da gusto volver a leer algo así, sabiendo la humanidad que sus creadores derrocharon.