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"He perdido a mi antítesis. La odiaba, pero la he perdido. Ella era más ignorante que yo, más ignorante que la media de la humanidad que habita el mundo civilizado. Era vulgar, hasta soez; lo mismo se agitaba y reaccionaba agriamente, que se quedaba muda, inconmovible, dijese lo que dijese, pasara lo que pasase; y desesperaba su silencio cerril. Era intransigente con lo banal y sumisa con lo vital. No tenía rebeldía, prefería la huída a dar la cara, se encogía ante los golpes y evadía esgrimir sus derechos. Era superficial, no entendía los dobles sentidos, ni profundizaba en los conceptos, ni tenía opiniones propias, ni reconocía la ironía. Se dejaba deslumbrar por los oropeles, los títulos, los diplomas y los trajes a medida, pero luego despotricaba mezquinamente a espaldas de quienes los ostentaban. Era envidiosa, altanera, prepotente, orgullosa incluso de su mediocridad, que confundía con sencillez….Era todo eso y mucho más, pero la he perdido.
Se fue, y ahora no puedo reconocerme. ¿Cómo saber cuando me extralimito en algo, si no tengo punto de comparación que me guíe?, ¿cómo sentir que estoy en lo cierto, si pierdo de vista el error?....Me queda un “quizás sí, quizás no”, flojo y desangelado. Mi antítesis se ha ido, y ahora no tengo a quien no tomar de ejemplo para hacer lo contrario que ella haría. Se ha ido, y me ha dejado en orfandad de malos rollos, de cabreos, de egocentrismo. Me ha dejado a solas con un ego confundido, desquiciado, que quiere sentirse superior a alguien y no encuentra a quien, y que está muy encabronado por esa ausencia.
¡ Con lo bien que se sentía mi ego, menospreciando a mi antítesis!. Cada vez que ella metía la pata (que eran muchas al cabo del día), él se regocijaba pensando en lo tonta que era. Cuanto más apática se volvía ella, más animoso se volvía él. Cuanto más se empequeñecía mi antítesis, más resurgía mi ego, fortalecido de enjuiciamientos y argumentos lapidantes. Pero mi antítesis sucumbió a sí misma, que no a mi ego, al que en el fondo menospreciaba también, y se largó a morirse por su cuenta. Dejamos de retroalimentarnos, y mi equilibrio emocional se fue también a hacer puñetas…¡ya no puedo conformar al ego, decirle que es el más listo, el más capaz, el más justo!. Y me enloquece con sus discursos, sus continuos deseos de compararse para sentirse superior…
La echo de menos, a mi antítesis, porque ahora tengo que conformarme con mirarme al espejo y repetirle a mi ego que no hace falta batallar con nadie para ser quien soy….¡Con lo cabezón que es!. No le basta con que yo resista los embates más brutales, con que salga adelante aunque me sienta débil, con que siga gustando a quienes gustaba, siendo aceptada y querida por quienes me amaban antes y ahora…,no, él quiere que tenga orgullo, que me vengue, que guarde rencor, que me lamente si hace falta, pero que le de un reflejo en el que no reconocerse…¡De locos!, ¿verdad?, así suelen ser los egos.
La cuestión es que he perdido a mi antítesis, y que anda por ahí, destruyéndose con su propio ego, ciega de orgullo, queriendo vengarse y desparramando rencores y paranoia por todas partes, según me cuentan. Claro que, también, parece ser que le pueden los miedos y, como siempre ha sido tan cobarde, intenta esconderse en agujeros y hacerse la invisible, aunque eso le complique la vida y le atropellen todos los trenes de la vida que ha dejado pasar. Pero eso es asunto suyo; el mío, mi asunto, es que me he quedado sin sombra y me deslumbra el sol. Pero me voy acostumbrando."