viernes, 9 de diciembre de 2011

Amor en Navidad


Aparte de un cambio de gobierno, una crisis galopante y un cabreo colectivo en el que cada uno toma posiciones, lo que se ve venir, como cada año hasta la fecha, es la Navidad. No me negarán que, ante la frase, muchos han arrugado la nariz. Navidad, crisis y cabreo no casan. Y, sin embargo, ¿quién no piensa celebrarla, como se pueda?

Quien diga que no, piensa para sus adentros que ojalá tuviera motivos para decir que sí. Porque Navidad, en la memoria colectiva y en la particular de cada uno, era aquello que celebrábamos de verdad, cuando éramos niños. Navidad evoca olores y sabores del pasado más o menos lejano, cuando se medía menos de metro y medio y la vida parecía eterna, si no sencilla. Navidad era el pesebre, el árbol, papá y mamá adornándolos, familiares que ya no están, fiesta, villancicos. Y comida, mucha comida. Pero, sobre todo, era un regusto íntimo de felicidad, latente en el infantil espíritu, si no presente a pleno pulmón. Y así se ha quedado, más o menos oculto según los casos, en el fondo de la memoria, para todos; pondría la mano en el fuego, aunque me queme un poquito.

El sentir de ese niño o niña es lo que amamos, lo que añoramos, lo que nos hace seguir sintiendo afecto por la Navidad o no, según el nivel al que tengamos sepultado a ese niño o niña internos, o lo que llora en nuestro interior. El niño que fuimos y aún somos, ese que no crece, el que nos hace olvidarnos de vez en cuando de que tenemos carnet de identidad desde hace décadas y nos sube al columpio o nos impulsa a darle patadas a un balón desinflado, el que a menudo pugna por salir cuando nos estamos divirtiendo, y al que reprimimos con adulta y abochornada rapidez, es lo que rechazamos, una vez más, cuando llega Navidad. Por dolor, por desencanto, por nostalgia, por ateísmo; da igual el pretexto. ¿Qué es la Navidad, sino un pretexto?

Nos enterramos a nosotros mismos en esta existencia de problemas, cosas serias, pretendidas trascendencias, y nos dejamos convencer de que “ya somos mayores” porque andamos cabreados para caer en sensiblerías. Disfrazamos la Navidad de espumillón, consumismo e hipocresías convencionales, para poder culparla de ser esa pesadez de origen religioso que es tradición impuesta y prescindible. Y lo es, si no fuera por los recuerdos del niño que llevamos dentro.

Porque el mito, cualquier mito, el mito de quien sigue una fe y cree que debe celebrar el nacimiento de un Niño hipotético, o el mito por el que la Navidad celebra un mito consumista y por ello hay que descartarla, es solo una excusa para reflotar o rechazar al niño que quiere vivir, que quiere jugar, reír y creer, por un rato, que todo el mundo es bueno. Pero, claro, somos personas maduras, y nos repatean las juntas familiares porque hay que comer con el cuñado coñazo, la tía insoportable o los amigos graciosetes que no vemos en todo el año. Así que, si nos repele, la culpa es de la Navidad.

Si, además, nos recuerda a esa gente querida que no está, o coincide con algún acto luctuoso, le echamos otro capote de tierra al niño y seguimos despotricando contra las fechas, como unos “mister Scrooge” cualquiera. Digo yo, ¿así somos más felices, más maduros, más sabios o inteligentes?, ¿qué se gana con eso?

Mi niña interior, que anda muy a flote estos tiempos, la tontorrona, (a la vejez, viruela, como diría la abuela), me dice que le quite a la Navidad el exceso de adornitos de colorines y plásticos, que le quite lo de que un Niño (¡un niño!) nació en un establo y tengo que alegrarme, que le quite lo de empacharse o emborracharse, y que mire el evento con los ojos y la querencia de una niña. Y veo ganas de disfrutar con quien todavía tengo cerca y amo. Veo ganas de alegrarme de andar viva y sana. Veo ganas de soltarle a un desconocido lo de “¡Feliz Navidad!”, cuando quiero decirle “¡que sea usted feliz, y yo también!”, y quedarme tan pancha.

Porque estoy harta de pasarlo mal, de ser seria y de renunciar a cosas y a gente, sin fijarme apenas en quién sigue a mi lado. Estoy harta del exterior displicente y amargado, y de esta adulta que encierra niñas y no soy yo. Me da igual lo que sea la Navidad, es un toque de campana para celebrar que vivo y me amo, todavía, para mí. ¿Y para ustedes?

¡Feliz Navidad!.


Nota: Este artículo fue incluido en el número de diciembre 2011 de la revista La Tribuna de Opinión, como Columna Personal de Lola Romero.

http://es.scribd.com/doc/74428039/La-Tribuna-de-Opinion-Diciembre-2011-La-revista-en-la-que-tu-puedes-opinar

7 comentarios:

Lola Sancho Cabrera dijo...

Lola, ya lo había leído en tu columna personal de La Tribuna y además de estar totalmente de acuerdo, me ha encantado. ¡Felicidades!!!
Yo también vivo la Navidad como esa niña que llevo dentro, aunque por desgracia no puede ser igual. Mi padre murió un 1 de enero, faltan ya algunos miembros más de la familia y todo eso no lo vivía en mi niñez, pero tienes toda la razón, independientemente del enfoque comercial y consumista de la Navidad, yo también aprovecho para sacar a esta niña que llevo conmigo y no suelo desproticar de ella, aunque a veces me apetece. Pero aprovecho estas fiestas para estar con la gente que quiero y para jugar y volver a esa niñez que recuerdo con tanto cariño. (aunque el resto del año también lo hago siempre que puedo. Soy muy infantil en el fondo, jajaja) Besitos :)

Lola Romero Gil dijo...

Lo defines muy bien, mi amiga tocaya :)

Se trata de dejar vivir a la niña (o al niño), asumiendo que nada es igual que era (¡ya nos gustaría a todos!). Mi madre murió un 2 de Enero, pronto hará 2 años. Tampoco me es fácil resignarme a las ausencias. Pero este año me cansé de dolor, de nostalgia rancia y de perderme a los que aún están a mi lado. ¡Me he comprado un árbol de navidad grandote y ando adornando la casa!. Y eso ayuda, mira cómo está la cría de alborotada :)

¡Felíz Navidad, mi nueva y querida amiga!. Un beso a tu niña interior, que es preciosa como es.

Lola Sancho Cabrera dijo...

Sí, amiga, yo también te tengo como una nueva y muy buena amiga. Además me gusta presumir de amiga escritora que lo hace muy requetebien. ¡Feliz Navidad!

M. Cabrera dijo...

Querida Lola, me he quedado pensando en la Navidad disfrazada de consumismo, las losas echadas a los niños interiores y cómo tantas y tantas trabas nos impiden disfrutar esta época.

Se ha convertido ya no en un motivo de disfrute, sino de tensión y devanarse los sesos en cómo ser lo más diplomático posible con la familia política e incluso, con algunos miembros de nuestra familia cercana. Antaño era preparar entre todos la cena y disfrutar un festín (claro, rogando que mi padre no cometiera una estupidez), pero con la ilusión de los regalos navideños. Ya ni siquiera los niños ahora la disfrutan, abrumados por tantos anuncios de los juguetes de moda, cuando yo solo me entusiasmaba por ver qué me traerían... lo que fuera sería una linda sorpresa.

Feliz Navidad para ti, amiga. Un abrazo fuerte.

Lola Romero Gil dijo...

Perdón por la tardanza en contestar. Me acaban de dar "vacaciones" en el trabajo en el que aún no he empezado. Hasta la primera semana de enero, tendré tiempito libre ¡yuju!.

A mi tocaya, Lola, muchas más gracias y un besazo navideño :)

En cuanto a tí,Mayra, solo puedo decirte que te comprendo porque aún recuerdo esos convencionalismos familiares. Los seguí hasta hace tres navidades, en las que todo cambió para mí. Ahora, afortunadamente, puedo permitirme estar con quienes quieren estar conmigo, solamente. Somos pocos, pero tenemos ganas de festejar. Será que lo hemos pasado ya suficientemente mal, como para quejarnos porque hay que festejar algo.

No te preocupes, respira hondo que la familia política regresa a su casa, afortunadamente :)

Y los niños..., creo que es cuestión de los padres cómo viven todas y cada una de las fechas. A ellos, a los niños, les encanta cualquier cosa alegre; somos nosotros, con los niñosque fuimos prisioneros, los que les callamos con juguetes para que no den la paliza. Estoy segura que tú jugarás mucho más con tus niños que otras madres. ¡No dejes de hacerlo por tí y por ellos!.

¡Felíz Navidad a todas y todos!...otra vez.

Marmopi dijo...

Venga, yo también respiraré hondo, mucho, para intentar llevar la cosa lo mejor posible. Lolilla, ya sabes bien que no me gustan estas fechas, pero haré lo que buenamente pueda por sobrellevarlas.
Espero que tus navidades sean de tu agrado. Un beso, chiqui

Lola Romero Gil dijo...

¡A por ella,Marmo, que no se diga!. ¿Sabes que pienso yo?, que no es la navidá, es que estoy con gente que me importa y quiero, que me sigo sintiendo viva (o más viva) y que cualquier celebración es buena para hacer "mi" celebración. ¡Eres una mujer excepcional,Marisa, te tiene que salir todo bien!...hasta la Navidad :9
Un besote, te aprecio mucho.

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