martes, 13 de abril de 2010

Lágrimas


No pude llorar. A pesar de que la angustia me oprimía el corazón, no pude llorar. A pesar de que me lo pedías mientras tu mismo llorabas, no pude derramar una lágrima. Lo siento. “Llorar desahoga, es bueno”, dijiste. Y yo allí, con la rabia como freno… Veinte años habían pasado desde la última vez que nos vimos. Veinte años echándote de menos. Veinte años preguntándome porqué había dejado de importarte. Veinte años de añorarte en el error. Y, de repente, la primera noticia tuya,después de tanto tiempo, oída como de refilón, es que estás en el hospital, en la planta de los desahuciados. No lo dudé, fui a verte. La família se tiraba de los pelos, que cómo iba a ir a “ese sitio”, que ni siquiera me reconocerías, que estabas muy mal y no era el momento. Yo fui a verte, por mí, por ti, porque lo necesitaba. Y, claro, no me reconocías. La habitación estaba a oscuras, y yo en el pasillo. Había otra habitación al lado,con la puerta abierta, donde una chica de no más de veinte años me miraba con unos ojos enormes desde un rostro esquelético, en su lecho de dolor. Pasé horas mirándome en silencio con aquella chica, y tú a oscuras , mirándome a mí en el pasillo y preguntándote “¿quién será esa rubia?, ¿cuánto rato lleva ahí?”... Al final, me dejaron pasar. Y allí estabas, otro esqueleto más, mi fantasma particular, con los mismos ojos que en el pasado y...nada más. Primero fuimos dos desconocidos tanteándose, buscando en el recuerdo,reconciliando figuras. Luego, vinieron los reproches. Salieron de mi boca como un torrente, malignos, como el mal que te devoraba por dentro. Y tú, patético, resabiado con la vida, solo decías que te dolía mucho. Salí de allí con un enorme sentimiento de desesperación, horror y vergüenza. Vergüenza hacia mí, por mi rabia despechada contra mi antiguo amigo. Y, sin embargo, me llamaste, aquella última vez. La vez en que no pude llorar. Ya estabas de vuelta en tu casa y querías verme de nuevo. Me dije : “será otro fracaso, no es la misma persona y ya es tarde”. Pero acudí, como siempre. Parecías recobrado, sonreías, te ví casi feliz . Querías hablar conmigo a solas, y supe que lo que querías era despedirte. ¡Que ironía, nos encontramos para despedirnos!... La rabia del tiempo perdido, del tiempo sin vernos, ¡Dios,como me pesaba esa rabia!. Te lo dije, y me confesaste tu secreto. Tenías miedo de que yo no lo entendiera, de que te estigmatizara como el resto de la sociedad, de que tu opción en la vida me desagradara tanto que fuera a rechazarte. Así que, no me diste oportunidad, te apartaste de mí, sin decirme nada, marginándote voluntariamente. Te escuché en silencio, era tu momento. Hablaste, ¿cuánto tiempo?, una hora, dos... Y,poco a poco, fue fluyendo en mí el viejo amor que te tenía antes. Poco a poco fui viendo al muchachito de mi infancia,mi compañero de juegos, luego mi amigo adolescente, luego...volvías a ser tú, el de antes, el de siempre. ¡Cuánto te amé,mientras se disipaba mi fustración!. Acabamos riendo, mirando viejas fotografías, recordando el feliz pasado. Pero primero lloraste, se que por mí, por tí, por todo lo perdido, y yo no pude acompañar tus lágrimas con las mías, aúnque me lo pedías casi con insistencia. Por lo menos, me quedé tu abrazo... Ahora, justo estos días,es el aniversario de tu muerte. Lo recuerdo cada año, y vuelvo a mirar tus cartas, tus fotos. Ahora si estoy llorando, ya puedo llorar por tí.
Te quiero.

3 comentarios:

Marmopi dijo...

Sin palabras

Anónimo dijo...

Ya sabes, niña, que de los pocos escritos tuyos que conozco, este, que es el primero que publicaste, es también el que mas me gusta. Y sabes también que te lo pillé y me lo guardé en mi blog...jejeje...

Gracias por él...

Por segunda o tercera vez, creo...

Mª Carmen Callado. dijo...

Especialmente bello. Me gustó la primera vez y ahora no puedo dejar de decírtelo de nuevo.

Publicar un comentario